La palabra sánscrita “Sahasrara” significa “mil”. Se dice que este chakra es como una flor con mil pétalos, que corresponden a los mil nervios que terminan en el área límbica donde se encuentra nuestro Séptimos chakra. Antes del despertar de nuestra Kundalini, es como un capullo cerrado, cubierto por las estructuras en forma de globo de nuestro ego y superego. Una vez que nuestra Kundalini atraviesa nuestro Sahasrara, todos estos nervios se iluminan y nos conectamos con el poder que nos creó: el poder del Amor Divino.

Es en este punto, cuando se abre el chakra Sahasrara, que podemos experimentar el objetivo final de la meditación: un estado rejuvenecedor de ser llamado conciencia sin pensamientos. Sentimos dicha, mientras nuestra mente está en silencio y en paz. Superamos la confusión y la contradicción. Nuestro ser físico, mental, emocional y espiritual se convierte en uno. Esta experiencia se llama autorrealización.

A través de la autorrealización alcanzamos una dimensión superior, una nueva área de conciencia. En ese momento, la dualidad y la separación se superan y alcanzamos un estado de unión, el verdadero significado de “Yoga”. Esta conexión se manifiesta físicamente como una brisa fresca en la parte superior de nuestra cabeza. La esencia de Sahasrara es la integración: en el Sahasrara todos los Chakras y sus cualidades están integradas. El estado de iluminación descrito se llama con diferentes nombres en diferentes tradiciones: Nirvana, Moksha, segundo nacimiento, el Reino de los Cielos. Naturalmente, este estado aún no es permanente después de nuestra primera experiencia de autorrealización. Gradualmente lo establecemos y lo expandimos a través de la práctica diaria de la meditación.